Fruta prohibida, más apetecida.

Fruta prohibida, más apetecida.
Tal es -según el refrán- el eterno mecanismo de la seducción desde los días del paraíso terrenal. Lo decía una vez agudísimamente cierta ingeniosa y perversa dama, mientras tomaba con deleite un sorbete de frutas: «¡Qué riquísimo está! Lástima que no sea pecado.».

Diccionario de dichos y refranes. 2000.

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